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Los sellos elementales

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Sentimientos descontrolados

Era un milagro. Un verdadero milagro. Tras quedarse sola, se examinó el cuerpo con cuidado y comprobó que no tenía daños serios, ni siquiera una fractura. Con recuperarse un par de minutos podría volver a la batalla. No permitiría que en su primera misión, sobre todo una tan importante, se la amonestase por ser tan débil como para no ayudar en un combate.

Porque ella, Hana, era débil. No podía evitarlo. Era su maldición, y la había aceptado.

Pero eso no significaba que iba a dejar que sus nuevos compañeros saliesen heridos, no si podía evitarlo. Eran los únicos que no la habían mirado como un bicho raro o con desagrado. Por el contrario todo eran sonrisas y bromas. Todos la trataban como si hubiesen sido siempre compañeros, amigos desde la infancia. Se sentía bien entre ellos, mucho mejor que en toda su vida.

Sonrió levemente. Sabía que eso no duraría mucho. Sin embargo, mientras durara haría todo lo necesario para ayudarles, para devolverles el favor de permitirle ser de los suyos por un tiempo.

Dificultosamente, se levantó y dirigió su marcha hacia donde se realizaba el combate. Llegó justo a tiempo de ver la poderosa patada de Yoruichi y de escuchar lo que ella ya sabía. Giró la cabeza buscando el rostro de su enemigo y vio sorpresa y rabia. No esperaba menos. Le estaban echando en cara que su punto débil era precisamente su mejor arma.

“Qué estupideces dices, mujer? Mi velocidad es lo que me está haciendo invencible. Ese golpe que me has dado ha sido un regalo de los dioses, pero no creas que dan muchos más.”

Kaminari sonreía son suficiencia, pero Hana sabía que era todo fachada. En sus ojos se notaba la duda.

“Si tan invencible eres por tu velocidad no debería haber regalo alguno que nos pudiera ayudar. La suerte no existe en un combate, sino la experiencia y el conocimiento de tus habilidades. Y tú careces de ambos.” Byakuya continuó la pulla desde el tejado, mirando fijamente a Arashi a través de su escudo de pétalos de cerezo.

La seguridad en sí mismo desaparejó totalmente del rostro del señor del rayo, mirando alternativamente a la mujer y al capitán.

“No te das cuenta de que tu cuerpo es muy veloz, pero tu mente no logra adaptarse a la velocidad que le impones. Creas una línea de acción a seguir, una ruta por la que correr veloz y llevas ambos hasta el final. No puedes cambiar de dirección o abortar si algo te impide seguir. Esa es tu debilidad. Una vez desapareces, si sabemos a donde vas, podemos golpearte, y no puedes evitarlo.” Terminó de aleccionar Yoruichi poniéndose en guardia, lo cual hicieron también los demás.
 

Renji, Chad, Rukia e Ikkaku observaban todo el espectáculo desde una distancia prudencial. El primero se había recuperado lo suficiente como para volver a la batalla gracias al poder de Orihime, pero Ishida aún se encontraba inconsciente. La joven se preocupaba cada vez más por no saber que hacer para despertarlo.

“Inoue, no te preocupes. Debe ser esa descarga que le dio con el golpe. Seguro que está bien.” Chad trataba de tranquilizar a su amiga haciéndole ver que no era culpa suya que Ishida no despertase. Como apoyo para su teoría acercó una mano al cuerpo del arquero y, estando a apenas unos centímetros de tocarlo, salieron varias chispas.

“Pero…”

“Déjalo, Orihime. Ya has hecho todo lo posible por sus heridas. El resto se le pasará con el tiempo. No creo que muera por unas chispitas.” Renji trataba, al igual que Chad pero a su propia manera, de animar a la joven.

Al parecer funcionó, pues la barrera rechazadora de eventos desapareció y las hadas encargadas de ejecutar tan impresionante técnica volvieron a sus horquillas correspondientes y se levantó del suelo para observar, al igual que sus amigos, como se desarrollaba el combate.

Ver a Ichigo, la persona que amaba, con una mascara de Hollow la había horrorizado desde el primer momento. Aun recordaba la gorgojeante voz que tenía cuando unía shinigami y hollow dentro de su cuerpo. Sabía que era él, los ojos amarillos que la miraban tras la máscara reflejaban quién era. Pero no podía evitar sentir miedo.

Desde aquella distancia podían escuchar lo que se hablaba, y el que su enemigo tuviera un punto débil les pareció una gran noticia.

“Ahora si que podemos ir a por ese pelo pincho y romperle todos los huesos! Me lo pido primero para destrozarlo!” Ikkaku empezó a adelantarse para ir en busca de un buen combate.

“Oye! Espera! No dejaré que te lleves toda la gloria!” Renji salió tras Ikkaku igual de rápido que él. Por eso chocaron los dos con la misma fuerza contra el escudo repeledor que Inoue había creado de repente frente a ellos.

“Se nos dijo que permaneciéramos apartados pues era una batalla de velocidad. Ninguno de nosotros está a su altura en ese campo.” Rukia, siempre sensata, trataba de disuadir a sus compañeros de ir al combate. ”Solo ellos pueden hacerle frente.”

Ambos guerreros asintieron resignados a no poder participar. No les hacía gracia, sobre todo siendo aguerridos luchadores que nunca rechazaban un combate a muerte, pero no tenían otra opción.

Ninguno de ellos, si siquiera Chad, que solía sentir antes que los demás el peligro, percibió una sombra tras ellos. Una sombra que, tal y como el grupo hacía, observaba el combate con mucha atención.
 

/No puede ser! Tengo el sello del rayo en mi poder, debería ser invencible! Esto no debería estar ocurriendo!/

Apenas diez minutos después de que la mujer de piel morena lo lanzase al suelo y se mofase de él diciendo estupideces sobre un imposible punto débil, Kaminari, poseedor del sello del rayo, se encontraba lleno de golpes, lanzado contra un tejado por esos pétalos que protegían al capitán. Cada vez que atacaba a uno de ellos, otro se metía por medio y no podía evitar su ataque. Cierto era que, al golpearle, se llevaban una descarga de su protección, pero eso no parecía importarles mucho.

No podía ser, era imposible. Él era Kaminari Arashi, era infinitamente más poderoso que ellos.

Y ahí estaba, echado de cualquier manera en el tejado con esos tres malditos mirándolo con superioridad. Una rabia incontenida inundó su ser, cegándolo por completo. Se lanzo al ataque contra esa maldita mujer queriéndola atravesar con su lanza, pero el shinigami de la máscara se lo volvió a impedir con una estocada que, de no ser por su protección de rayos, habría conseguido cortar su piel. Pero eso no evitó volver a ser enviado contra el suelo.

“Si mi velocidad no funciona, según dices, en ese caso no la usaré.” Decía Kaminari mientras se volvía a levantar.

“Vaya. Finalmente reconoces tu derrota?” Preguntó Byakuya.

“Eso jamás. Solamente cuando muera reconoceré que he sido vencido. Simplemente no usaré la velocidad.” Mientras pronunciaba estas palabras, su arma empezó a cargarse de un gran voltaje, soltando pequeños relámpagos que golpeaban el suelo creando pequeños agujeros. ”Pero tengo otras armas.”

Con un raudo movimiento golpeó el aire con la punta de la lanza de un lado a otro. Una descarga eléctrica llenó el área ante sí y avanzó hacia los tres shinigamis que, más por la sorpresa que por otra cosa, a punto estuvieron de ser golpeados por los rayos. Pero tras volver de nuevo la vista a su enemigo, éste ya había enviado una nueva carga eléctrica contra ellos.

Ichigo usó el shunpo para ponerse detrás de Kaminari para golpearle y evitar más descargas, pero con la parte baja del mango el señor del rayo golpeó al shinigami, que no vio lo suficientemente rápido lo que se le venía encima y le golpeó en el rostro, rompiendo la máscara, con lo que sus poderes de hollow desaparecieron, mientras era enviado contra la pared de una casa.

“Lo dije antes y lo vuelvo a decir. Solo yo puedo atacar por la espalda.”

Antes de poder responder a esas palabras, Ichigo tuvo que esquivar con un salto la punta de lanza que perforaba el aire en su dirección buscando hacer lo mismo con su carne.

Aterrizó junto a Hana, que parecía encontrarse un poco mejor, aunque su cara estaba algo pálida. ”Te encuentras bien?”

Ella asintió, aunque era obvio que mentía, y sonrió levemente. ”Lo suficientemente bien como para volver al combate.”

Dicho lo cual desenvainó su espada y se puso en posición defensiva.

“Así que la seebutsunigami está lista para morir?” La voz de Kaminari resonó en la noche desde un tejado cercano, enfrente de los dos compañeros. ”Hasta ahora no me había fijado, pero por tu uniforme veo que eres del escuadrón ígneo.”

Hana observó momentáneamente sus ropas. Obviamente basaba ese comentario en el color de su uniforme, el rojo. ”Si conoces los uniformes de cada escuadrón es porque también eres un seebutsunigami. Por qué traicionas a tu gente?”

“Eso no es de tu incumbencia, mujer.” Respondió con una mueca de desprecio en su rostro.

Algo dentro de Hana se revolvió y, antes de darse cuenta, se había lanzado al ataque guiada por la ira. Tal fue la sorpresa general, incluyendo a Kaminari, que éste no pudo evitar su ataque y lo golpeo en el pecho con su espada. Por desgracia para ella, la protección hizo su trabajo y el daño se redujo considerablemente y ella se llevó una descarga.

“HANA!” Ichigo y Yoruichi se lanzaron en ayuda de su compañera, pero se encontraron con una sorpresa.

“Bakudo no 83º, Sichichuushooheki (Barrera de los siete pilares)”

De la nada aparecieron siete pilares con símbolos grabados en su superficie rodeando a los dos combatientes. En los espacios intermedios y sobre los combatientes, una barrera de energía impedía el paso de ayuda al otro lado.

Pero tampoco dejaba salir.

“Te has encerrado conmigo dentro de una barrera que impide que puedan ayudarte. Te arrepentirás de esa estupidez, mujer. Pienso destrozar tu cuerpo delante de todos.” Kaminari sonreía lascivamente con una mirada llena de éxtasis. Necesitaba matar a alguien, y esa estúpida mujer se lo había puesto en bandeja de oro. La barrera apenas tenía diez metros de diámetro, no había apenas sitio para esquivar. Era un combate prácticamente cuerpo a cuerpo.

Hana, al contrario de lo que debería, no sentía miedo. La ira seguía guiando sus acciones en estos momentos, y quería atacar.

Y el ataque empezó pronto. La triple punta de la lanza buscó el corazón de Hana, esta bloqueando el ataque lateralmente por apenas milímetros. Aprovechando el giro que podía hacer, cogió impulso y contraataco con un corte descendente directo al cabeza, bloqueado por el mango del arma de su oponente. Pero el contraataque no terminó ahí, pues sin esperar atacó con la pierna a la rodilla desprotegida, que se dobló obligando a kaminari a hincarla en el suelo quedando a una altura que le daba desventaja.

O eso parecía.

Con un giro del brazo la lanza golpeó las piernas de la seebutsunigami haciéndola caer de espaldas, pero una rápida reacción evitó ese destino al colocar la mano libre en el suelo y dar una voltereta hacia atrás, apartándose del enemigo con una rodilla también en el suelo. Con la pierna que no estaba en el suelo se impulsaron ambos contendientes y sus armas chocaron con fuerza. Kaminari apoyó el mango en el suelo de la barrera y elevó la punta hasta poner su arma recta, enganchando con ello el arma de su oponente. Levantó las dos piernas usando de apoyo su lanza y quiso dar una doble patada, pero una supuesta indefensa Hana se defendió con un rápidamente conjurado Byakurai dirigido a las piernas que se acercaban. Consiguió el efecto deseado al bloquear el ataque y enviar con las piernas por delante a su enemigo al lanzarlo hacia atrás, quedando éste echado bocabajo en el suelo.

Aprovechando esa oportunidad, la joven se lanzó con el arma preparada para clavársela a Kaminari, pero éste se las apañó para levantar su arma y apuntar con ella a su oponente, la cual frenó en seco e hizo amago de apartarse.

Pero no fue lo suficientemente rápida.

Una esfera de rayos salió disparada de la punta de la lanza e impactó en el pecho de Hana, la cual sufrió todo el voltaje que su enemigo podía generar en carne propia. Un grito desgarrador llenó la inmensidad de la noche, un grito silencioso para las personas que no eran capaces de sentir ni ver la fuerza espiritual. Pero para aquellos que sí podían, el grito les rompió el alma.

El efecto del ataque terminó y Hana cayó casi inconsciente en el suelo, su espalda apoyada en la pared contra la que la había lanzado su enemigo.

“HANA!!!” Ichigo gritaba el nombre de su amiga como si solo eso pudiera hacerla levantarse y seguir luchando.

“Te lo dije. Soy invencible. Incluso sin mi velocidad no se me puede vencer. Mi poder es absoluto.” El señor del rayo se levantaba con mucha parsimonia mientras una sonrisa de triunfo resplandecía en su cara. Finalmente disfrutaría de su premio.

“HANA!! LEVANTATE!!” El joven shinigami atacaba con su espada la barrera en un intento desesperado por ayudarla.

“Te confieso algo. Has luchado bien. En un par de momentos me has tenido acorralado, pero al final el que gana es el más fuerte. Así que no te deprimas. Has hecho todo lo posible.”

Kuchiki Byakuya se unió a Ichigo en el esfuerzo por romper la barrera. No podía permitirse la muerte del enviado del mundo elemental estando él presente. Así que usando su Senbonzakura atacó sin piedad la barrera mientras ichigo hacía lo propio.

No apareció ni un rasguño.

Kaminari cogió del cuello del uniforme a la joven con el brazo derecho y la levantó sin esfuerzo, ésta todavía inmóvil por el efecto del ataque. Con la punta central de la lanza le hizo un leve corte en la mejilla, con lo que empezó a brotar sangre.

“QUITALE TUS MANOS DE ENCIMA, MALDITO!!!” Ichigo redobló sus esfuerzos, haciendo temblar la barrera con cada golpe dado.

Pero seguía sin romperse.

“Hana! Hazlo! Aún puedes luchar si liberas tu zanpakuto!”

Esta vez fue Yoruichi quien dio el grito. Ichigo cesó de atacar la barrera al escuchar tal revelación.

“Qué libere? Pero si ella dijo que…”

“Alguien te ha dicho que pares de atacar la barrera, Kurosaki?”

La voz de Byakuya hizo que el joven shinigami reconsiderara si quería resolver el misterio o salvar a su amiga, por lo que volvió a golpear insistentemente la barrera.

Hana, por su parte, había oído lo que le había dicho la reina del shunpo, pero no hizo nada.

“Hana, maldita sea! Si no liberas tu arma, morirás!”

La aludida negó con la cabeza. No quería hacerlo, no iba a hacerlo. No quería perder lo que había conseguido.

Kaminari escuchaba toda la conversación. ”Así que todavía tienes trucos que enseñarme? Vaya, interesante. No se si darte la oportunidad de mostrármelos. Nunca he luchado contra un seebutsunigami de elemento fuego.”

Hana, sin inmutarse por las palabras de su enemigo, empezó a murmurar silenciosamente.

“Cómo? Habla más alto, que no te entiendo, mujer.”

La joven siguió ignorando sus palabras y, cuando terminó de murmurar, acercó su mano libre a la protección de rayos de su enemigo, debido a lo cual se llevó una descarga más.

“Bakudo no 70, kiritorinozoku. (Disipador de la niebla/Disipar la niebla)”

Las descargas de la protección cesaron al instante. No había nada protegiendo su cuerpo. Una leve sonrisa de triunfo apareció en el rostro de la seebutsunigami.

Viendo lo que le había hecho, y suponiendo que lo que había murmurado era la invocación del bakudo, Kaminari no esperó más para disfrutar de su venganza y de destrozar el cuerpo de la joven todo lo que pudiese. Levantó la lanza y apuntó con ella al pecho, apuntando al corazón que pronto sacaría con sus propias manos.

De pronto sintió una gran cantidad de Reiatsu que salía de varios puntos a su alrededor.

“KUROI GETSUGA TENSHO!”

“KOTEN ZANSHUN!”

“EL DIRECTO!”

“HOERO, ZABIMARU!”

“NOBIRO, HÔZUKIMARU!”

Los ataques combinados de Ichigo de nuevo con la mascara y con la ira como guía; Inoue, Chad, Renji e Ikkaku, que viendo como podía terminar su nueva amiga decidieron ayudar a salvarla como pudieran, y Byakuya golpearon al mismo tiempo la barrera infranqueable, deseando con todo su corazón, o al menos cinco de ellos, que la barrera se rompiese y pudieran salvar a Hana.

Una grieta apareció en uno de los pilares. Seguidamente apareció otra más, y otra, y otra más… Todos los pilares estaban llenos de grietas que juntas formaban roturas que terminaron por derribar los casi invencibles pilares de la barrera.

Sin esperar siquiera una décima de segundo más, Ichigo voló en dirección a Kaminari y Hana, ésta última finalmente inconsciente, y de un golpe con su espada negra como la noche cortó el brazo derecho de su enemigo, recogió a su amiga delicadamente y la llevó a un lugar seguro.

Kaminari no creía lo que sus ojos veían y su cuerpo sentía. Su brazo derecho había sido cercenado. A medida que la sangre escapaba por la herida, se daba cuenta de que lo habían vencido. Su cuerpo se debilitaba, ya no podía luchar aunque su alma y mente así lo querían. Incluso su zanpakuto, Raijin, había vuelto a su forma de katana.

Una figura apareció delante de él sacándolo de su ensimismamiento ante la muerte. Pero al contrario de lo que pensaba, no era la mujer de piel morena ni el capitán shinigami, ni siquiera ese de la máscara. Quien estaba delante de él era alguien más conocido.

“Tu…”

Sin mediar palabra a su compañero, el portador del sello del agua, cogió la zanpakuto de Arashi y rompió la hoja para horror de su dueño.

“Qué haces? Por qué haces eso?”

“Has perdido el combate, pero no por ello el jefe puede permitirse el lujo de perder un sello.” Respondió tranquilamente mientras sacaba el sello del rayo de la empuñadura rota. Hecho lo cual, y tras guardarlo en un bolsillo oculto, sacó su propia zanpakuto. ”No puede tampoco permitir que les digas nada a ellos.”

Antes de poder replicar, una hoja de acero atravesó su garganta y columna vertebral limpiamente, cortándole la respiración y la corriente espinal.

En sus últimos instantes, Arashi recordó el momento en que el destino le jugó la mala pasada que le llevaría por el camino que había cogido hasta ese momento.
 

[Flashback]

Estaba en una prisión del cuartel de su escuadrón. Llevaba ya varios días allí, aburrido. Pero no se arrepentía de lo que había hecho para acabar en ese lugar. Durante un entrenamiento, en el que el objetivo era solamente golpear el hombro del compañero cuando dejaba una obertura en su defensa, él sobrepasó con creces ése ligero golpe.

Por el puro placer de hacerlo, se lanzó con las manos desnudas en un momento de descuido de su compañero y comenzó a golpearlo sin piedad alguna. No sabía la razón para ese ataque de ira, de hecho su compañero era un buen amigo suyo, pero su amistad no pareció suficiente para su instinto asesino.

Para cuando el teniente del escuadrón consiguió inmovilizarlo con un bakudo, su amigo estaba inconsciente, bañado en su propia sangre y prácticamente irreconocible. Varios compañeros no pudieron evitar vomitar ante la atrocidad que había cometido. Los del escuadrón Terráneo, encargados de los tratamientos médicos, hicieron todo lo posible por el chico, pero salvo evitar que se desangrara y cerrar lo mejor que pudieron las heridas no pudieron hacer mucho más.

Por lo que le habían contado tras meterlo en prisión, perdió un ojo, apenas podía hablar, le costaba respirar y nunca volvería a manejar una espada por lo dañadas que le habían quedado las cuatro extremidades.

Por ello, hasta que los jueces que decidirían su destino, permanecería en esa celda. Pero no se arrepentía. Solo el recordar la sensación de notar la sangre salpicándole, los huesos romperse bajo sus golpes, los gemidos y gritos de dolor… Su sangre empezaba a hervir de excitación.

La puerta que llevaba a las celdas se abrió. Alguien entró en la habitación, cerró la puerta y se mantuvo en el anonimato no poniéndose a la vista de Arashi.

“Disfrutaste destrozando a ese chico?”

La pregunta lo sorprendió. No era lo que esperaba. Si la hubieran hecho con tono de reproche entonces la entendería, pero parecía más llena de curiosidad que de rencor.

“Si, lo disfruté mucho. Realmente me sentí mucho mejor.” Por qué mentir si tal vez el castigo sería el mismo?

Quien quiera que fuera, no pareció horrorizado ni asqueado por la respuesta. Es más, siguió preguntando. ”Volverías a hacerlo si tuvieras la oportunidad?”

“Si, lo haría.”

“Quieres hacerlo otra vez?”

Esta pregunta si que no se la esperaba de ninguna manera posible. Era una invitación.

“Por supuesto.”

Una leve risa flotó en el aire de la estancia seguida de un cántico que sin duda pertenecía a un kido, tras el cual las rejas de la celda desaparecieron tras el impacto de una explosión.

Aunque el tremendo sonido provocado atraería a los centinelas, la figura, que por fin veía como la de un hombre adulto, parecía tranquila. ”En ése caso, sígueme.” Y se encaminó por la puerta por la que había entrado.

Sin pensarlo dos veces, Arashi siguió a su libertador. Pero apenas pasado el umbral de la puerta, el hombre se detuvo y miro a Kaminari detrás de él. ”Antes deber jurarme algo.”

“El qué?”

“Júrame lealtad y que cumplirás mis órdenes. Te conseguiré y permitiré las matanzas que quieras mientras te las pueda dar, pero quiero absoluta obediencia por tu parte. De lo contrario el castigo que te pondrán los jueces será la pena más horrible que puedas imaginar. Puedo influir en ello, créeme.”

Kaminari no pudo evitar dudar de lo que hacer. Qué quería ese hombre de él que le prometía tanto placer a base de matar gente?

Los gritos de los centinelas acercarse le hicieron decidirse rápidamente.

[Fin del flashback]
 

Tras recordarlo, por primera vez sintió lástima. Por el amigo al que destrozó la vida, por los guardias que mató saliendo de la celda, por los que masacró durante su servicio a aquel hombre… pero sobretodo por sí mismo, aunque ya fuera tarde.

Una lágrima rodó por su mejilla silenciosamente y desapareció entre sus ropas.

La espada salió de su cuello limpiamente y fue limpiada y guardada de nuevo.

Sin más, el portador del sello del agua desapareció en una nube de burbujas, dejando solo a Kaminari.



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